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lunes, 1 de marzo de 2010

IV EL TELESCOPIO

La gran mayoría de objetos celestes, a excepción de los planetas, se caracterizan por poseer una luminosidad –magnitud- muy pequeña, por lo que la mayor parte de ellos resultan invisibles para el ojo.
Sin ayuda de instrumento alguno, podemos llegar a observar estrellas de hasta la séptima magnitud 7ª. Las pupilas se contraen y dilatan dependiendo de la intensidad luminosa que hay a nuestro alrededor, forma que tiene nuestro ojo de regular la cantidad de luz que incide sobre la retina. A menor luz, un mayor diámetro permitirá una mayor incidencia de ésta sobre la retina y por tanto, una mayor facilidad para detectar objetos débiles.
En condiciones de casi total oscuridad las pupilas pueden alcanzar un diámetro de hasta siete milímetros –(7 mm.)-, suficiente para llegar a las magnitudes 7ªs., pero insuficientes para ir más allá. La única forma de captar estrellas más débiles es aumentar el diámetro de la pupila, haciendo más amplio el haz de luz que incide en nuestro ojo. Para ello nos servimos de un aparato que permita un mayor poder de captación de luz. Tanta más cuanto mayor sea su diámetro y, al mismo tiempo, que la concentre en nuestro ojo a través de la pupila, que tiene un diámetro más pequeño. Este aparato es, el telescopio. Todo instrumento óptico que tiene por función focalizar la luz en un punto.

ASTROMENORCA Marzo 2010
RAMÓN CANET SINTES

2 comentarios:

miguel dijo...

magnífica, Ramón, la idea del telescopio como prolongación del ojo allí donde este ya no puede llegar a desempeñar su función.
espero continuación.saludos

Anónimo dijo...

si, si, si, esperamos continuacion.

Att.,
El secre.